Un consultor en Apuros Sin cuentas de banco corporativas
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La consultoría en Ciudad de México comenzó con una sorpresa: la empresa, a pesar de sus ambiciones de expansión en el mercado local, carecía de cuentas bancarias corporativas en México. Al revisar sus finanzas, la mezcla de transacciones personales y empresariales era evidente, un desorden que amenazaba tanto su profesionalismo como su cumplimiento fiscal.
El director financiero, al ser cuestionado, admitió que nunca habían considerado abrir una cuenta empresarial, confiando en cambio en sus cuentas personales. Esta revelación subrayó la necesidad urgente de una intervención. Expliqué los riesgos - la dificultad para rastrear finanzas, la posible evasión de impuestos y la imagen poco profesional que proyectaban - y las ventajas de una cuenta corporativa, desde la gestión financiera simplificada hasta la protección de activos personales. El director financiero, aparentemente convencido, prometió tomar medidas inmediatas.
Sin embargo, una semana después, la situación seguía sin cambios. Mis llamadas al director financiero revelaron que, a pesar de sus buenas intenciones, la tarea había sido relegada por otras prioridades. La frustración se apoderó de mí, pero también una determinación inquebrantable para encontrar una solución. No podía permitir que la inercia obstaculizara el progreso de la empresa.
Decidí tomar cartas en el asunto. Recopilé la documentación necesaria, me familiaricé con los requisitos bancarios locales y me dirigí a una sucursal bancaria. El proceso fue sorprendentemente sencillo; armado con la información correcta y un poco de paciencia, logré abrir una
cuenta corporativa para la empresa en cuestión de horas.
La presentación del estado de cuenta al director financiero fue un momento de sorpresa y, creo, un poco de vergüenza. No esperaba que yo, un consultor externo, asumiera la responsabilidad que él había descuidado. Expliqué que la necesidad era demasiado urgente para esperar, que la cuenta era fundamental para el crecimiento y la reputación de la empresa.
El alivio y la gratitud del director financiero fueron evidentes. Prometió utilizar la nueva cuenta de inmediato y reconoció el valor de mi intervención. La empresa, ahora equipada con una herramienta financiera esencial, estaba mejor posicionada para navegar por el mercado mexicano y alcanzar sus objetivos de expansión.
Esta experiencia reforzó mi convicción de que, como consultores, a veces debemos ir más allá del asesoramiento. Debemos estar dispuestos a arremangarnos y hacer el trabajo, especialmente cuando la inacción amenaza el éxito de nuestros clientes. La capacidad de identificar un problema es valiosa, pero la voluntad de resolverlo es lo que realmente marca la diferencia.
Para darte una idea al rededor de este tema,
puedes consultar este libro Tu vida, tus normas, tu cuenta bancaria.


